domingo, 15 de febrero de 2009

VII.

Las páginas del calendario fueron cayendo de igual modo que lo hacía en el olvido la búsqueda de Nacho. La policía calificó la situación de “desaparición” tras el plazo establecido para tal denominación. Los medios de comunicación se ocuparon del muchacho del barrio de San Blas que se había esfumado. En la televisión aparecieron vecinos, profesores y familiares que aseguraban que era un muchacho encantador, educado, que le conocían muy bien y sentenciaban que el secuestro era lo que había provocado todo. El secuestro. Se engañaban y lo sabían, pero a pesar de ello continuaban diciéndolo. Pero pronto tuvieron que cambiar sus declaraciones, cuando se descubrió una nota de Nacho.
Una mañana, Clara abrió la puerta del armario de la cocina donde guardaba sus pastillas. Se disponía a tomar una buena dosis de tranquilizantes. Algo le decía en su interior que si bien no le solucionarían los problemas, si ayudarían a mitigarlos, a hacerlos tan simples que resultaría sencillo ignorarlos. Entonces vio el vaso donde estaban las llaves de la casa que tenían en la Sierra. No estaban. Notó cómo se le aceleraba el corazón; le latía con tanta fuerza que creía que le iba a quebrar la caja torácica. Sentía las palpitaciones en las venas de su frente y corrió frenéticamente hacía el teléfono para marcar el número del trabajo de Pedro. “Está en la Sierra. Nacho se ha ido allí”, se repetía convencida de que esa era la realidad. La policía no tardó en llegar al chalé de la familia. La puerta no estaba cerrada con llave, lo que ayudó a reforzar aún más la teoría de Clara. Pero la puerta dio paso a la desolación, la decepción, la cólera. El silencio de la casa era absoluto. Ni siquiera fue necesario registrarla de arriba abajo; sobre la mesa de la cocina encontraron las llaves que debían haber estado en el vaso, rodeado de tranquilizantes. Debajo de las llaves un papel con la letra de Nacho se encargaría de destrozar cualquier vestigio de esperanza en los corazones de sus padres.

¿De veras pensabais que iba a estar aquí ? Eso sería demasiado estúpido, ¿no ? No os preocupéis por mí, estaré perfectamente. No creo que os pida nada del otro mundo, es lo que habéis hecho toda la vida : no preocuparos.
Adiós,
Nacho.

La búsqueda cesó. Poco a poco se fue olvidando al muchacho. Pedro y Clara regresaron paulatinamente a su vida rutinaria. Con el paso de los años todo el mundo pareció ignorar la ausencia de Nacho. Ya no merecía la pena luchar por alguien que había demostrado su desprecio por todo y por todos.
Ángel, Luna y Beatriz tardarían muchos más años en olvidar a Nacho. Necesitarían más tiempo para convencerse de que ese día que amanecía tampoco verían a su amigo. Le echarían de menos, porque cuando se tiene un amigo como Nacho es preciso mucho, mucho tiempo para lograr cerrar la herida abierta por su ausencia... quizá demasiado. El calendario sería quien marcara el límite a sus corazones, a su memoria. Sería el calendario el verdugo de su nostalgia, el paladín del olvido. Realmente jamás habría alguien que fuera capaz de reemplazar a Nacho, pero un buen conjunto de personas sí ayudarían a reducir a un liviano recuerdo al muchacho. Sería un nombre más en la agenda de teléfonos, un cumpleaños más en la lista de aniversarios... uno más. Incluso Iñaki moriría con el tiempo... Sólo existiría Nacho y lo haría tan frágilmente, que a penas si se percibía en la memoria, en el corazón.

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