- ¿Cuándo fue la última vez que le viste? -preguntó Pedro.
- Hace un par de días, más o menos -Ángel trataba de hacer memoria pero no lograba acordarse exactamente.
- ¿Te dijo algo o viste que hiciera algo raro?
- No, que va. Estaba como siempre. Venía a clase, bajábamos a la cafetería... lo de siempre.
- ¿Y no le pasaba nada?
- No.
- ¿Nada? ¿Estaba metido en drogas?
Ángel se enfadó. Cerró fuertemente el puño y se contuvo milagrosamente para no reaccionar con demasiada brusquedad.
- No tiene ni puta idea de quién era su hijo, ¿verdad?
- Escucha, niñato -dijo Pedro, clavando su dedo anular en el pecho del joven-, conozco mejor que nadie a mi hijo y sé perfectamente que no se ha ido por su propia voluntad. O se lo han llevado o le han convencido para que se fuera.
- Lo que yo decía, ni puta idea... Tenga -dijo escribiendo unas cifras en un pedazo de papel-, éste es mi número. Llámeme en cuanto sepa algo o si les hago falta.
Ángel no regresó a clase. Se dirigió inmediatamente a la cafetería. Pidió una cerveza y se sentó en la mesa que solía ocupar con Nacho. Repasó mentalmente los días pasados y no encontraba ningún motivo por el que su amigo se hubiera fugado. Y había hecho eso : se había fugado. La posibilidad de un rapto se desvanecía desde el mismo instante en que faltaba ropa en el armario de Nacho y una bolsa de viaje había sido extraída del maletero donde se guardaba. Ángel conocía los problemas de su amigo en casa ; nunca los había conocido a fondo, pero sabía de su existencia. A pesar de ello, consideraba que no era razón suficiente para haberse marchado.
Cuatro botellas vacías de cerveza escoltaban a una llena que Ángel sostenía con su mano. Seguía reflexionando acerca de la conversación mantenida con el padre de Nacho. No podía dar crédito a lo que había oído. Era inconcebible que contemplaran la posibilidad de las drogas, ¿o no? Estaba muy confuso. Se lamentaba amargamente de la desaparición de su amigo y veía arruinados todos sus sueños, surgidos siempre del whisky de alguna borrachera, de encontrar en un futuro un trabajo, ganar un sueldo decente y viajar a Alemania, a la Fiesta de la Cerveza. Y eso era lo menos grave que podía suceder. Lo peor, pensaba, era que perdería a un amigo que siempre lo había dado todo por él, sin pedir jamás explicaciones. Un amigo que a veces se ausentaba por cualquier motivo y que rechazaba alguna juerga de vez en cuando, pero que si se le necesitaba, ni siquiera daba tiempo a pensar en pedir su ayuda, ya estaba allí. Un amigo que nunca falla, un verdadero amigo.
Ángel recordó entonces a Beatriz. Quizá ella supiera algo más de Nacho. Últimamente se había visto mucho y ella sería seguramente quien pudiera aportar más información sobre el paradero de Nacho. Acabó la quinta cerveza y se levantó, dispuesto a buscar a Beatriz. Tan solo esperaba que no fuera precisamente ella la causante de la fuga, aunque algo le decía en su interior que resultaba lo más probable.
miércoles, 11 de febrero de 2009
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