jueves, 8 de enero de 2009

XII.

- Qué pena que no haya salido al final lo del viaje, ¿verdad? -dijo Beatriz.
- Hombre, pues más bien. La gente tenía muchas ganas, pero bueno, otra vez será -quise dar un pequeño giro a la conversación y pregunté-. ¿Cómo es que no me lo dijiste tú? Me enteré por casualidad, porque Ángel se lo comentaba a Pedro, creo que era, no me acuerdo.
- No sé, se me pasó. Te lo iba a haber dicho el martes, pero fue cuando vino Kike de examinarse del carnet y se me olvidó.
Otra vez ese maldito Enrique. Me estaba conteniendo cuanto podía pero sabía que de un momento a otro estropearía la tarde. Resolví ir al servicio y contar allí no hasta diez, sino por lo menos hasta cien, porque el mal humor que tenía tardaría aún un buen rato en evaporarse. Todavía oía las carcajadas de Satanás y alguna noche me hacían llorar, recordándome que no me había servido de nada tanta humillación, tanta vergüenza... y ella salía al paso con la excusa del carnet de aquel tipo. Era increíble. Cuando regresé del cuarto de baño encontré dos capuccinos sobre la mesa. Bea sabía que me encantaban los capuccinos, pero a ella no le agradaban demasiado. Me sorprendió y no pude ocultar mi asombro.
- ¿Y esto?
- Dos capuccinos -contestó.
- Ya, ya sé que son dos capuccinos, pero... no entiendo...
- No hay nada que entender. Un buen capuccino para decirte que te quiero, y que te quiero como no he querido nunca a nadie... y esto no lo había dicho antes.
Esto es lo que Beatriz sabía hacer muy bien: conseguía ponerme furioso y dos minutos después, hacerme tan sumiso como un corderito... o como un borrego, diría más bien.
- Yo también te quiero, y mucho -susurré, acariciando su barbilla.
- Tenía ganas de ir a ese viaje para estar contigo más tiempo -se lamentó.
- Ya iremos juntos a alguna parte -hice una pequeña pausa, lo justo para besarla-. A Nueva York, por ejemplo.
Nueva York era una ciudad que hechizaba a Beatriz. La atraía desde hacía mucho tiempo y nunca había tenido ocasión de ir, a pesar de que todos lo veranos viajaba al extranjero. Nunca supe muy bien qué era exactamente lo que le apasionaba tanto de aquella ciudad, pero resultaba impresionante cómo cambiaba la expresión de su rostro con sólo mencionar el nombre de esta ciudad. Quizá era la diversidad de gente que allí se mezcla, la agresividad, la fortaleza,... la confusión que acaba cediendo a la fusión. No lo sé.
- Nueva York. Creo que llegaré a los cuarenta y aún no habré ido.
- Hagamos una cosa -animé un poco el ambiente-. El día de tu cumpleaños número cuarenta, te llevo a Nueva York, aunque te haya llevado antes, quién sabe.
- Estás loco. Venga, vale... y serás mi amante.
- Vaya eso ya va a ser más complicado, porque tú estarás casada, con hijos...
- Para ti no será difícil -aseguró.
- Entonces quedamos en eso -concluí-. El 13 de marzo del 2013 iré a buscarte a casa, cogeremos un avión y nos largaremos a Nueva York.
- Ojalá todo fuera tan fácil, ¿eh, Iñaki?
- Es así de fácil -sentencié y la besé apasionadamente.
Una hora después nos encontrábamos tumbados sobre el colchón de su cama, desnudos y amándonos intensamente. Había hecho el amor muchas veces con Bea, pero del mismo modo que me sucediera con aquel beso, tuve la extraña y fantástica sensación de que aquel acto estaba exento de sexo, era amor en estado puro... Qué tontería. Lo he pensado muchas veces y siempre acabo dudando de si lo era o no. Fuera lo que fuera, jamás lo volví a sentir hasta muchos años después... y olvidé las carcajadas de Satanás.
- Nunca me dejes, Iñaki -murmuró a mi oído mientras abrazaba mi torso desnudo, todavía sudoroso.
“Nunca me dejes, Iñaki”. Aquella frase sonó como una despedida de estación, como un lamento de un condenado a muerte... como una súplica de quien se siente impotente ante lo que le acecha.

3 comentarios:

Treinta Abriles dijo...

Si es que las Beatrices son inquietantes... desde hace mucho, mucho tiempo...

http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/becquer/rimyley/montede.htm

David Bollero dijo...

mmm... despiertas en mi la curiosidad...

Treinta Abriles dijo...

http://www.ciudadseva.com/
textos/cuentos/esp/becquer/rimyley/
montede.htm

Ahora sí...

je,je...