miércoles, 4 de marzo de 2009

VI.

Barakaldo era otro cúmulo de recuerdos, buenos y malos, que se agolpaban en la memoria del hombre. Desde su colegio, el Arteagabeitia, hasta el Paseo de los Fueros, donde tantas juergas se había corrido, le despertaban sensaciones de difícil descripción. Sólo las puede describir quien las sintió alguna vez, en caso contrario, cualquier intento de hacerlo será estúpido puesto que jamás alcanzará la profundidad debida.
Tras llegar a la ciudad y pagar una copiosa cantidad de dinero al taxista, el hombre se encaminó hacia la calle Larrea, donde se debía levantar la casa de los padres de Beatriz. De nuevo, se encontraba al pie de una cabina de teléfonos, marcando un número que nunca antes había marcado. Aquella operación comenzaba a convertirse en pura rutina y, desde luego, cuando todo aquello acabara no era precisamente un hábito que echaría en falta. Y siempre la misma pregunta :
- Buenos días, ¿está Beatriz, por favor?
- Sí, un momento.
- ¿Dígame? -se escuchó tras unos segundos. Era una voz dulce, suave e increíblemente conocida por el hombre.
- Felicidades, Beatriz -dijo la enigmática llamada.
- Vaya, muchas gracias. Pero, ¿quién eres?
- ¿Cómo ? ¿No me reconoces?
- A ver, habla un poco más -pidió la mujer.
- ¿Qué tal han caído esos cuarenta?
- Pues no, no caigo. ¿Quién eres?
- ¿Estás lista para ir a Nueva York?
Una terrible alud de silencio se precipitó sobre los dos interlocutores. Así continuó durante unos segundos que al hombre le parecieron minutos.
- No puede ser, no puede ser -decía Beatriz, sobrecogida, cambiando su tono dulce y agradable por uno crispado, furioso y, al mismo tiempo, temeroso- ¿Iñaki? ¿Eres Iñaki?
- El mismo que viste y calza -contestó el hombre con el mismo tono de voz que tuviera en un principio.
- No puede ser, Dios mío, no puede ser. Pero, ¿cómo?
- ¡Hey! Una promesa es un promesa -aseguró Iñaki-. Te espero en Herriko Plaza, junto al Ayuntamiento, dentro de una hora.
Iñaki colgó antes de que Beatriz tuviera la oportunidad de añadir nada más. Hablar por más tiempo por teléfono no habría servido más que para contrariarla aún más y hubiera podido estropearse todo, truncándose los planes.
Aquella hora de la que disponía Iñaki le serviría para buscar una tienda donde poder comprar un traje elegante y caro. Era parte de la promesa y no es que a lo largo de su vida hubiera cumplido todas sus promesas, pero con aquella era distinto. Había de cumplirla, porque cuando una promesa se convierte en un sueño se debe perseguir con todas las consecuencias, para bien o para mal.

8 comentarios:

Treinta Abriles dijo...

Me gusta la última frase.

David Bollero dijo...

Y recuerda: ten cuidado con lo que deseas, porque se puede hacer realidad.

Treinta Abriles dijo...

Y no hay peor castigo.

Treinta Abriles dijo...

No he podido resistirme. Acabo de es escribir las palabras mágicas en el google: "David Bollero".

¡Enhorabuena! Un curriculum envidiable.

Se me ocurre un castigo peor todavía: nunca correr detras de los sueños y deseos.

David Bollero dijo...

Muchas gracias... es lo que tenemos los viejos en plena decadencia sexual...

Treinta Abriles dijo...

Recuerda el principio: "La energía ni se crea, ni se destruye (y no se duplica), sólo se transforma "
;-)

David Bollero dijo...

Que se lo digan a los que Putin cortó el gas hace unos meses...

Treinta Abriles dijo...

¿Te refieres a los que decidieron volver al monte a limpiando los bosques de maleza y ramitas secas para calentarse?

Conocían el principio tan bien, como cualquier físico.